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Actualidad

Comentario a las lecturas del I Domingo de Adviento

¡Estad preparados!

  Hay personas que viven toda la vida en el mismo lugar, en la misma ciudad. A veces ni siquiera salen del barrio. Dicen de un filósofo alemán que durante muchísimos años los vecinos ponían los relojes en hora cuando lo veían salir de su casa a dar su paseo de todas las tardes. No es así la vida del cristiano. Nosotros sabemos que estamos de paso. Hemos puesto nuestras tiendas aquí por un momento pero llegará otro momento en el que tendremos que partir. ¿Cuándo? Cuando venga el Señor. Y, ¿cuándo va a ser eso? Pues no lo sabemos. Pero sabemos que debemos estar siempre preparados porque en cualquier momento llegará el Señor a nuestras vidas. Justo entonces debemos saber acogerle y seguirle a donde nos invite a ir. Este es el significado del Adviento que hoy comenzamos. Nos preparamos para celebrar la venida del Señor en la Navidad, pero también nos preparamos para la otra venida, la futura, la definitiva, la que no nos podemos perder porque perderíamos la oportunidad de nuestra vida. 

      El Evangelio nos dice que la venida del Señor romperá todas las actividades habituales, aquello en lo que se nos van ordinariamente los días. Se dejará de hacer pan, de cultivar los campos, de ir al trabajo, de casarse. Porque ese día empezará algo radicalmente nuevo. Algo tan nuevo que es posible que sigamos haciendo pan y cultivando los campos y yendo al trabajo, pero todo tendrá un sentido nuevo y diferente porque el Señor estará en medio de nosotros. Su presencia curará nuestras heridas y hará que la justicia y la paz reinen entre las personas y los pueblos. Su presencia hará que nuestra vida sea diferente. Por eso, hay que estar atentos. No podemos dejar que la presencia del Señor nos encuentre despistados o sin preparar adecuadamente. 

      Es tiempo de hacer caso a lo que nos dice san Pablo en la carta a los Romanos. Ya es hora de despertarse porque la salvación está cerca. No sabemos cómo, dónde ni cuándo vendrá Jesús, pero sí sabemos que tenemos que estar preparados. Y para estar preparados, él nos da los mejores consejos: vamos a dejar de lado las obras de la oscuridad, las veces en que nos dejamos llevar por la envidia, la codicia y el desamor. Vamos a vivir como si Jesús ya estuviera aquí, que no hay mejor forma de estar preparados. Se trata de vivir a la luz del Evangelio, dejándonos llevar por el amor de Dios que cuida de sus hijos, de su familia, de nosotros. Volvamos los ojos hacia aquellos con los que vivimos. Con ellos, nunca sin ellos ni contra ellos, es como construiremos la solidaridad y la justicia que harán que nuestro Señor nos encuentre preparados cuando llegue.