Please assign a menu to the primary menu location under MENU

Actualidad

Comentario a las lecturas del Domingo 6 de octubre

  1. «¿Por qué me haces ver desgracias?».

Para el profeta de la primera lectura la situación del mundo ya no puede soportarse más: ¡violencia, ultraje, opresión por todas partes! No comprende que Dios pueda ser aquí un mero espectador. El hombre por sí solo no puede remediar la situación del mundo, Dios debería intervenir o al menos ayudar a mejorar las relaciones sociales. La respuesta de Dios es ciertamente de un tenor claramente veterotestamentario: ten paciencia, pronto llegará la salvación mesiánica: «Ha de llegar sin retrasarse». En lo esencial ésta será también la respuesta neotestamentaria, por ejemplo en el Apocalipsis, donde el hombre ya no puede resistir más en la lucha contra los poderes infernales y diabólicos y grita a Dios: «¡Ven!», y el Señor responde: «Sí, voy a llegar en seguida» (/Ap/22/17-20). Pero hay una diferencia: en la Nueva Alianza el cristiano no solamente espera («espera, porque ha de llegar»), sino que lucha junto con el Cordero y cabalga con él en medio de la batalla (Ap 19,14), donde sucumbir aparentemente con el Cordero puede ser ya una forma de triunfo.

  1. «Dios no nos ha dado un espíritu cobarde».

La segunda lectura alude a esto. El elegido debe acordarse del Espíritu que le ha sido, conferido con la imposición de manos. Debe «avivar» en sí el fuego que quizá sólo arde tímidamente, porque es un «Espíritu de energía, amor y buen juicio». En estas tres palabras podemos ver tres realidades que se implican mutuamente: la fuerza se encuentra precisamente en el amor, que no es estático, sino sensato y prudente, para luchar contra los poderes antidivinos; esta fuerza del amor es el arma del cristiano. Esto se inculca una vez más: hay que trabajar por el Evangelio según las fuerzas que nos ha conferido el Espíritu, hay que «permanecer» en el «amor» que se nos ha dado, y todo ello conforme al ejemplo de los santos, que incluso en prisión tuvieron fuerza para sufrir por el Evangelio; éste precisamente puede ser el «buen combate» (2 Tm 4,7), el más fecundo, porque se libra junto con el Cordero.

  1. «Prepárame de cenar».

El evangelio lo aclara aún más: creer no es sentarse a esperar hasta que venga el Señor y nos sirva con su gracia, sino que la fe obtiene su inconcebible eficacia (arrancar el árbol de raíz y trasplantarlo al mar) en el servicio al Señor, que se ha convertido en el servidor de todos nosotros y que no puede soportar que nos dejemos servir por él sin hacer nosotros nada (sola fides), sino que considera como algo natural que sirvamos junto con él; y esto significa en realidad que hay que servirle «porque donde estoy yo, allí estará también mi servidor» (Jn 12,26), y esto sin llegar a pensar orgullosamente que mi servicio será sumamente útil para el Señor (sin mí el Señor no podría hacer nada), sino justamente al contrario: en la humildad del que sabe que sin Jesús «no podéis hacer nada» (Jn 15,5). Como él ha hecho ya todo por nosotros, la única manera de valorarnos correctamente a nosotros mismos es la que el propio Señor nos recomendó: «Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer».