Ser ricos ante Dios
Hay quien piensa que “buscar las cosas de arriba”, como dice san Pablo en la segunda lectura, consiste en pasarse todo el día en la Iglesia, encendiendo velas a todos los santos, rezando novenas y rosarios y arrodillado delante del Santísimo. Todo eso es bueno, pero no viene a ser más que el entrenamiento. Como los deportistas se entrenan para ganar la carrera, nosotros tenemos que entrenarnos también para ganar. ¿Cuál es nuestra carrera? Pues la vida diaria, la vida en familia, la vida en el trabajo. Ahí es donde tenemos que “buscar las cosas de arriba”.
Esas “cosas de arriba” son muy importantes. Son las únicas que nos llevaremos cuando nos vayamos de este mundo. Lo demás es lastre inútil. El Evangelio nos lo deja muy claro. Podemos acumular todas las riquezas que podamos imaginar. Todo será inútil porque lo único que vale la pena es “ser rico ante Dios”. Todo lo demás es “vanidad de vanidades”, como dice la primera lectura. Es decir, que tenemos que “buscar las cosas de arriba” y “ser ricos ante Dios” y lo demás no interesa. Ahí tenemos definido un buen objetivo para nuestra vida. Hay personas que se preocupan de ser famosas, de hacer una buena carrera o de acumular mucho dinero. Pero nosotros, los cristianos, tenemos otro objetivo: “buscar las cosas de arriba” y “ser ricos ante Dios”.
Pero, ¿en qué consiste ese “buscar las cosas de arriba” y “ser ricos ante Dios”? Por lo pronto, tenemos ya una respuesta negativa. No consiste en entregarnos a todas esas inmoralidades de que habla la segunda lectura. Mejor olvidarnos de la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia, la avaricia. Todo eso no tiene nada que ver con “buscar las cosas de arriba”. El Evangelio remacha la idea de que la codicia, vivir sólo tratando de acumular dinero, no vale para nada. Ya sabemos, entonces, lo que no tenemos que hacer.
Pero, ¿qué debemos hacer para “ser ricos ante Dios”? De nuevo la respuesta nos viene de la segunda lectura y del Evangelio. De acuerdo con Pablo, nos tenemos que revestir de la nueva condición del cristiano. Ahí no hay diferencias entre las personas: todos somos hermanos y hermanas. Ahora sabemos que “buscar las cosas de arriba” es buscar la fraternidad y vivirla en el día a día. Somos hermanos y hermanas y Cristo es el hermano mayor que nos convoca a vivir en familia. Por eso decía al principio que lo que hagamos en la Iglesia es sólo un entrenamiento. El amor fraterno hay que vivirlo en la familia, en la calle, en el trabajo. Ahí es donde se hace la fraternidad, donde conseguimos las “cosas de arriba” y nos hacemos “ricos ante Dios”.