Queridos diocesanos:
La celebración del día de la Iglesia diocesana, el día 11 de noviembre, nos recuerda que “la diócesis es una parte del pueblo de Dios que se confía a un obispo para que la apaciente con la colaboración de su presbiterio” y que “los laicos deben cultivar sin cesar la conciencia de pertenecer a la diócesis, estando siempre dispuestos a aportar su contribución a los proyectos diocesanos, siguiendo la invitación de su pastor”.
Este año tratamos de comprender esta realidad desde este lema “Somos una gran familia contigo”. La diócesis debe verse y sentirse como una gran familia en la que nadie sobra y todos somos necesarios, viviendo como comunidad de fe, esperanza y caridad. Así lo hemos percibido también en el Sínodo diocesano celebrado recientemente en el que hemos compartido inquietudes e iniciativas y hemos asumido compromisos para revitalizar esta familia que formamos. Nada que afecte a un miembro de la diócesis, a los demás puede ser ajeno.
La Iglesia es el Cuerpo místico de Cristo. “Pues lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo” (1Cor 12, 12). La diócesis es la gran familia contigo y si tú faltas lo notamos. Todos: los sacerdotes, los miembros de la Vida Consagrada y los laicos, formamos una gran familia para construir y edificar juntos el Reino de Dios y trabajar por el bien de la Diócesis, sintiéndonos afectados por el dolor del que sufre, y alegrándonos con quien es elogiado. Nadie puede estar ausente ni tener la sensación de estar abandonado. Muchas veces como escribe el papa Francisco, tendremos que “detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que quedó en la cuneta del camino”. El espíritu de la Diócesis ha de ser el del padre que tiene siempre abiertas las puertas de la casa esperando el retorno del hijo.
Me alegra dirigirme a todos los diocesanos para deciros que sólo podemos formar una gran familia contigo, conscientes de nuestra presencia y pertenencia a la comunidad diocesana en el día a día de nuestro peregrinar cristiano. Es motivo de alegría vivir nuestra fe en esta diócesis de Santiago de Compostela. Sin tu colaboración pastoral y económica la familia diocesana no es lo mismo. Por eso os agradezco vuestra responsabilidad y generosidad tantas veces demostradas. No quedemos mirando lo que hemos hecho, fijémonos en lo que podemos seguir haciendo. Con el patrocinio del apóstol Santiago el Mayor la ayuda del Señor no nos va a faltar.
Con mi afectuoso saludo y bendición en el Señor.
+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.