“En medio de las tinieblas apareció un luz grande”. Cuando uno se pone a pensar en nuestra sociedad y nuestro mundo; cuando uno se deja llevar por las noticias recibidas parece que la humanidad se siente desmotivada y desorientada, podríamos decir, desnortada y desesperanzada, y no hay absolutamente nada que la pueda animar; uno se acomoda al letargo, se apoltrona en el no hay nada que hacer, en el qué más da, y en él siempre fue así…
“En medio de las tinieblas apareció una luz grande”. Queridos: aunque en vuestro existir dominen las tinieblas, hoy quiero sembrar en vosotros un halo de esperanza, aquello que aguardábamos ya está llegando: viene el Señor; hoy el resplandor se impone a la oscuridad, un manantial de gozo inunda las áridas tierras del corazón; la paz ahoga toda violencia, odio, temor, y nos adentra en el maravilloso misterio del amor de Dios.
Esta noche es una noche buena, una noche Santa: Dios se acerca tanto al hombre, que va a compartir nuestra misma naturaleza; el Señor quiere entrar en la Historia, en tu historia, en tu casa, en tu familia. Un Recién nacido que viene a unir, a aliviar las penas, a robarte una sonrisa, a conseguir que te encuentres con los que hace mucho que no ves, a que hasta el corazón más duro sea capaz de asombrarse, abajarse, enternecerse.
Quiero, en este momento, llegar a vuestros hogares, y, cual ángel a los Pastores, proclamaros ese gran anuncio de Esperanza: “Hoy en la Ciudad de David nace el Salvador, el Mesías, el Señor”.
Pido al Niño Dios que colme de paz y de luz a todas las familias, en especial a las que en estos días sienten más ganas de llorar que de festejar: un saludo muy afectuoso a los familiares de los que perdieron hace unos días su vida en la mar, o en un accidente, o de quienes han sido víctimas de la violencia o de quienes están pasando por una dolorosa enfermedad.
A todos imparto mi bendición.
Feliz Nochebuena. Feliz Navidad